5 dic 2011

Casona de Punchauca

La Casona de Punchauca es uno de los lugares turísticos del distrito de Carabayllo que guarda entre sus paredes una rica historia. Esta antigua casona, rodeada de extensas tierras de cultivo en las que siembran trigo, caña y algodón, en el año 1821, cuando el calmado ambiente limeño era movido por las ideologías separatistas, acogió en sus interiores al virrey José de la Serna y al general don José de San Martín.
Fue a las tres de la tarde del 2 de junio de 1821 cuando La Serna llegó a Punchauca, donde lo esperaba el Libertador para exponer su propuesta monárquica. En este momento se decidió el destino del Perú. Tras días de espera finalmente el virrey la Serna después de haber estudiado el pensamiento y las pretensiones del libertador rechazó sus propuestas. Treinta días después, el 28 de julio, San Martín en Lima proclamó la independencia del Perú.
Luego de este histórico suceso, la casa hacienda de Santiago de Punchauca cobró notoriedad durante la guerra con Chile, cuando el presidente Nicolás de Piérola, en su huida al centro del país comunica desde Punchauca al coronel Belisario Suárez, jefe militar de la Plaza se retire de Lima sin oponer resistencia para que la capital sea respetada por los chilenos. Ya en el siglo XX, la hacienda tenía como propietario a la familia Nicolini y hacía los años 45 fue embargada para luego ser adquirida por la familia Dibós. Ellos fueron los últimos propietarios de este inmueble hasta que por la famosa Reforma Agraria del general Velasco Alvarado las tierras pasan a manos de los trabajadores que reciben sus títulos en 1974. De esta forma Punchauca se convierte en la Cooperativa Agrícola y de Servicio.


De acuerdo con estudios la casa poseía un huerto ubicado en la parte posterior, una botica, la casa del doctor, de las enfermeras y la servidumbre. También tiene un sótano instalado en las escaleras de las puertas de ingreso principal y era utilizado como calabozo. A pesar de lo deteriorado de sus instalaciones se deja percibir que en esta construcción predominan tres colores, el primer ambiente era de color mostaza, el segundo ambiente añil y por último blanco.
Punchauca es un modelo de arquitectura rural del s. XVIII, y fue construida sobre las bases de una huaca. Se levantó sobre este lugar sagrado para evitar que los indios siguieran rindiendo culto a sus dioses. Por orden del cabildo limeño, estas tierras del señorío de Collique, le fueron otorgadas en 1543 al primer burgomaestre limeño, Nicolás de Rivera “El Viejo”. La casona fue bautizada como Santiago de Punchauca, por su devoción al santo apóstol; para su culto se construyó una capilla interior, con una imagen en su honor de madera policromada. También se hallaba en este altar la imagen de Nuestra Señora de la Soledad, aunque algunos hablan de La Merced y de un lienzo con la figura de Cristo. Sea como fuere, lo cierto es que hasta hace diez años el altar y la imagen de Santiago todavía perduraban. Los pobladores del lugar dicen que la madera del altar fue arrancada y empleada como leña, en tanto que la imagen de Santiago montado en su caballo (de aproximadamente 50 kilos) fue encontrado semidestruido, y ahora es custodiado por uno de los vecinos.



4 dic 2011

San Pedro de Carabayllo

La ciudad de Lima vive desde hace unas décadas en una constante expansión. El cemento ha reemplazado a los sembradíos en la mayoría de distritos. Las casas de adobe y quincha han cedido su lugar a modernos edificios. Sin embargo, algunos lugares felizmente se han mantenido inmunes a los cambios. Uno de estos parajes es el antiguo pueblo de San Pedro de Carabayllo.
Las casas de San Pedro de Carabayllo, hechas casi todas de adobe, han mantenido en su mayoría el estilo de un pueblo rural de la costa peruana. Pasearse por sus apacibles calles es como dar un salto en el tiempo. Incluso el clima más cálido y el aire sin contaminar es distinto a los que se soporta en la gran urbe. Esta sensación de nostalgia se acrecienta cuando se visita la iglesia del pueblo.
Según se cuenta, en el suelo de esta parroquia y en sus exteriores están enterrados varios de sus primeros feligreses. A pesar de haber padecido un par de incendios y varios terremotos, la estructura de esta iglesia se conserva en pie tal como era en el virreinato. Algunos ornamentos tienen unos cuantos siglos de antigüedad. Un atractivo más es la hermosa vista que se tiene desde su campanario de lo que queda de campiña.
Otra curiosidad que se encuentra casi a la salida del pueblo de San Pedro es una centenaria cruz de camino. Ésta marcaba la ruta que se debía tomar para ir de Lima a Trujillo. Sin embargo, los viajantes dejaron de orarle cuando se creó otras vías alternas como la carretera Panamericana.
Sin embargo, no todo es colonial por estos lares. A un par de cuadras de la plaza de armas de San Pedro de Carabayllo se puede apreciar la fachada del primer cine del norte de Lima. Este establecimiento fue fundado en la década de 1930 y tuvo una corta vida. Ahora, sus instalaciones sirven para otros fines.
Finalmente, avanzando por la carretera a Huarangal también se encuentra uno de los cementerios más antiguos del Cono Norte. Este lugar se habilitó en las primeras décadas del siglo XX. Una peculiaridad es que varias de sus tumbas imitan la arquitectura de la iglesia del pueblo.

La Granja Heydi


En la Granja Heydi es un lugar propicio para el turismo vivencial. Allí se podrá conocer mediante la interacción con animales, el manejo y cuidado de las vacas, sus crías, la extracción de leche, cuidados y alimentación. Pero las vacas no son únicos animales que usted podrá encontrar aquí. También hay periquitos australianos, pavos reales, cuyes y conejitos. 


Un servicio orientado a entretener y a educar reforzando principios y valores y propiciando un cambio de actitud en nuestros visitantes para forjar mejores personas. Está orientado a colegios, institutos, CEOS, agencias de turismo y transporte, operadores turísticos, grupos de la tercera edad, grupos juveniles, grupos familiares e instituciones diversas.
La interacción con animales, juegos de impacto, momentos anecdóticos y talleres, aseguran un día inolvidable en una auténtica granja, cercana, segura y muy económica para visitarla.
Nuestra atención la hacemos formando grupos de visitantes guiados por anfitrionas y adecuando los juegos y talleres de acuerdo a la edad o al grado de instrucción. Usted disfrutará de un refrigerio cuyo costo está incluido en el ingreso. Al final de la visita podrá adquirir los productos que le ofrece la granja como leche fresca, derivados lácteos naturales o hamburguesas de ternero.
Granja Heidy también viene desarrollando una variada Gastronomía en la atención de almuerzos campestres los días domingos durante la visita familiar. Algunos de los platos que ofrecemos son: Pachamanca, cuy chactado, picante de cuy, chicharrón de conejo, cordero al palo, seco de cabrito a la norteña, chicharrón de ternera, pollo al cilindro, arroz con pato, entre otros.
Todos los platos son preparados a leña en una cocina ecológica y algunos en un horno artesanal.

El Dorado

Como todas las mañanas, Julián Rivera Crisóstomo se levanta muy temprano, agarra su maleta, sus pinturas y se dirige hacía su taller. Mientras camina va pensando en sus próximos diseños para trabajarlos en la arcilla que el mismo consigue. Y es que este artesano dice llamarse "el constructor de sueños" de Puente Piedra, porque ha logrado construir un pequeño centro artesanal en pleno arenal de El Zapallal.
Dicho centro artesanal es nada más ni nada menos que El Dorado, lugar donde este artista ayacuchano ha logrado calar en los gustos de sus vecinos y clientes de Lima Norte con modernos y asombrosos diseños, que van de los curiosos "Huaquitos de Chavín" hasta el peculiar "Duende minero andino".
"Este no es sólo un taller, sino una fuente de trabajo para cientos de pobladores de escasos recursos de Puente Piedra. Aquí damos trabajo a madres de familia, jóvenes y ancianos, no discriminamos a nadie", señala Julián Rivera Crisóstomo, dueño del Centro Artesanal "El Dorado".
Este ingeniero químico de profesión decidió aplicar sus conocimientos en aquella arcilla que descubrió cuando visitaba la zona, hace ya varios años atrás. "Un día vi unos volquetes que llevaban piedras y descubrí que podía trabajarla, ahora tengo cientos de diseños en cerámica en mi taller", dice Julián, quien sueña que algún día sus productos se exporten y compitan con otras muestras internacionalmente.
En El Dorado se ha levantado también el primer taller de cerámica para niños y adultos de la zona, que deseen conocer el arte del barro. Todos ellos podrán experimentar y aprender como jugando el proceso de creación de artesanías, que pueden venderse luego y generar así numerosos puestos de trabajo.
Allí los visitantes recibirán una charla de cómo es el proceso de elaboración para las obras de cerámica. Seguidamente, uno mismo podrá crear piezas a base de arcilla, la cual le permitirá entender de mejor manera cómo es su elaboración, armado y pintado final. Podrán participar también juegos recreativos en su amplio local y aprender más de este antiguo proceso, de forma totalmente interactiva.

El Torito

Centro campestre con extensas áreas verdes, variedad de ganado vacuno y comidas típicas es el lugar indicado para pasar un ameno día en familia.
Uno de los pocos distritos que cuenta con zonas agropecuarias, campestres, históricas y con mucha diversión en un solo lugar es el distrito de Puente Piedra. Esta comuna, ubicada en el Km. 28 de la Panamericana Norte y con una extensión de 71,18 kilómetros cuadrados abre sus puertas a los visitantes para recibirlos y hacerles pasar momentos placenteros.
En Puente Piedra el visitante encontrará lugares verdaderamente acogedores, cargados de un grato ambiente rural como la Granja Heidi, el Centro Artesanal El Dorado, el vivero Las Palmeras, así como los restaurantes turísticos El Péndulo y el reconocido La Matarina; espacios que en pocos minutos lograrán que el turista olvide el estrés de la ciudad y viva una experiencia inolvidable.
El Torito
Uno de esos centros campestres, y que se suma a los lugares mencionados, es el Centro de Esparcimiento El Torito, ubicado en el Km. 32.5 de la Panamericana Norte. Este agradable espacio, perteneciente a los esposos Margarita Quilca y Remigio Juan de Dios, está dirigido al público en general, siendo los escolares del nivel primario quienes más concurren a este lugar.
En El Torito existen extensas áreas verdes: unas sirven como canchas de fútbol y vóley, en las cuales los visitantes organizan los típicos campeonatos “relámpago”; otras son utilizadas como zona de descanso donde las familias aprovechan el espacio para charlar de manera amena y tranquila; y unas terceras están destinadas para realizar juegos recreativos como ginkanas y actuaciones.
Otro de los atractivos es la mini granja de animales menores, en la cual hallamos llamativas aves de corral: coloridos periquitos australianos, particulares gallinas japonesas de cresta negra, así como la presencia de tímidos conejos y cuyes. Esta mini granja es una de las grandes razones por las que niños, jóvenes y adultos visitan El Torito.
Unos metros más allá de la mini granja el visitante podrá ver a hermosos pingüinos de Humboldt, rescatados por sus dueños de unos arenales de Ventanilla, y que diariamente se alimentan de un kilogramo de pejerrey. Asimismo, están los venados de cola blanca, y a pocos pasos un impresionante carnero de raza Junín, caracterizado por cuatro imponentes cuernos, rodeado de ovejas también de raza Junín.
Sin embargo, lo que le da el nombre a este apacible lugar son la casi media centena de toros: gruesos y robustos mamíferos que son el principal atractivo de este centro de esparcimiento. Cada uno de estos bóvidos, de acuerdo a la señora Margarita Quilca, dueña del establecimiento, come al día - entre maíz, trigo, avena, alfalfa y otros alimentos de engorde - diez kilogramos.
Finalmente, El Torito también cuenta con un amplio comedor donde los visitantes podrán degustar de los exquisitos platillos de las tres regiones de nuestro país y de una amplia, cómoda y segura piscina. Así que ya lo sabe, amigo lector, con El Torito tiene más de una razón para escaparse por unas horas de la estresante y caótica ciudad.